Una mañana de un miércoles cualquiera, desde mi apartamento en la Calle Madrid de Río Piedras, me despertó de repente el leve sonido de una salsa movida junto a algún chipping hammer eléctrico. Estos sonidos no son sorprendentes para mí, vivir en un punto céntrico de la ciudad trae consigo una sonoridad particular que en el campo se olvida. Con el típico interés que me atraviesa los días, me lancé en mi caminata matutina para explorar los sonidos que se presentaban en mi vecindario.
En esta primera caminata no inicié ninguna conversación con les constructores del edificio en el cual reparaban, pues no quise dar la imagen de quien invade alguna rutina. En vez, continué mi caminata diaria en dirección al Paseo de Diego, pero para mi sorpresa, mi recibimiento se constató con un cartón que decía “Atención Río Piedras: inversores e invasores gringos han comprado este edificio alrededor de 7,000,000.” Cerca del Condominio la Torre presencié, en toda su materialidad y cercanía, la llegada de los invasores americanos a mi comunidad. Entendí rápidamente que no tan solo es el edificio en mi calle que comienzan a modelar, sino esto se extiende más allá.
Era de esperarse. Al igual que lentamente se insertaron en Condado y Viejo San Juan, luego fueron arrasando por San Mateo de Cangrejo y el Barrio Machuchal, ahora llegan a mi comunidad y hogar, Río Piedras. Ya habíamos escuchado los anuncios, habíamos visto las propuestas artísticas, habíamos visto los cambios de población… pero temo a apostar que nadie esperaba esta inmediatez que me lleva a componer esta entrada.
Desarrollar el proyecto de Las Caras Lindas de Santurce durante el año pasado significó la construcción de un repertorio de historias de una comunidad que intentaban borrar del mapa. Yo no viví estas historias del desplazamiento propiamente pues no soy residente de la Calle Loíza, aunque con fidelidad me dediqué día tras día a conocer cada calle, edificio, negocio, restaurante, transeúnte, para poder entender en su totalidad el dolor de estas personas desplazadas. Con la indignación que ha conmovido grandes poblaciones para luchar en unión en contra de los beneficiarios de Ley 22, me movilicé junto a Val y Taller Comunitario La Goyco para preservar, recordar e inmortalizar tantas historias de un barrio sumamente importante en la historia de Puerto Rico. Sin embargo, tras este reciente encuentro que tuve puedo concluir que ningún peso se siente similar como aquel de pensar que la ciudad que me ha visto crecer por estos últimos cuatro a cinco años comienza a cambiar. Escuchamos los rumores, claro está, pero me atrevo a estimar que jamás hubiésemos pensado que esto ocurriría a tal velocidad. Hoy solo me cuestiono… ¿Cómo puedo concretizar el duelo de esta pérdida si esta rapidez solo exige movilización? ¿Cómo sufro la ruptura de mi comunidad mientras empaco las maletas para buscar otro lugar? Es tanta la deshumanización que ni tiempo para sentir nuestro duelo nos permiten.
Una vez alguien me mencionó que Río Piedras es un “college town”, que esto es un mero lugar de transición. Al principio me quedé pensando en ese primer fragmento de la frase pues a pesar de que sí considero que esta es la ciudad donde se concretizan nuestras transiciones y transformaciones, jamás podría imaginar a Río Piedras como una simple ciudad universitaria donde llegamos a estudiar y nos vamos como si nada hubiese pasado. Río Piedras se ha convertido en mi hogar por tantos años, me ha visto llorar en la madrugada y me ha visto reír sin cesar con mis amigues. Río Piedras, en su naturaleza física me ha alojado por tantos años, pero Río Piedras lo hace su comunidad. Río Piedras es mi vecino que en las noches nos presta su estacionamiento siempre y cuando nos vayamos temprano en la mañana. Río Piedras es el vecino que siempre me da la bendición cuando camino en ruta a mi clase. Río Piedras es mis compañeres de edificio que me ayudan a bajar la compra del carro. Río Piedras es las noches de bomba y plena en El Boricua. Río Piedras es les empleades de La Heladería Georgetti con su acostumbrada sonrisa. Río Piedras es cada instancia en la que recordamos que no solo existe un Yo, sino un Nosotres.
Quisiera culminar esta nota recordándonos que no importa cuántos desplazamientos realicen estos invasores, Río Piedras somos nosotres. Aunque nos quieran hacer creer que es fácil sacarnos de nuestro hogar porque se han quedado con la idea de que tan solo somos una ciudad universitaria sin importancia, les recordamos nuestra esencia y realidad. Tal vez la mayoría de nosotres seamos estudiantes, pero eso no elimina el amor que hemos desarrollado por estas calles que lucharemos por proteger. Y aunque nos tome la vida, cada día nos levantaremos a recordarles que no somos un pedazo de papel verde, que no somos una inconveniencia, que de aquí no nos vamos. Que se vayan ellos. Que se vayan ellos.
Sobre la foto "Tourists Go Home / Carteristas Welcome":
Esta imagen la tomé con una cámara Olympus 35 RD. En agosto del 2022, fui a La Coruña en España a visitar unos familiares y me topé con este mensaje tan preciso a la realidad que hoy, en mi Isla, comienzo a documentar.
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