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Photowalk, photowalk

  • Writer: Valeria S. Acevedo Argüelles
    Valeria S. Acevedo Argüelles
  • Feb 26, 2023
  • 5 min read

25 de enero del 2023. Foto por Fernando Marini.


He caminado la Calle por sí sola unas cuantas veces. La he caminado bastantes veces con mi equipo, pero ninguna vez de noche. Sin embargo, mis citas con la Calle solo pueden ser después de cumplir con mis responsabilidades diurnas. Salgo para las citas como un vampiro curioso, con teléfono en mano y tenis en los pies. Siempre de noche.


A finales de enero, tuve un acompañante en mis caminatas de las 5:00–7:00 PM por primera vez. Es el novio de una amiga cercana y sabía que tenía una cuenta de arte y fotografía. Cuadramos para hacer un photowalk por la Calle Loíza; él determinó la actividad y yo el lugar. Realmente, me encontraba muy estresade porque sabía que Pat había propuesto la idea de tomarle fotos análogas a los entrevistados, pero no encontraba la manera de llevarla a cabo. Nunca he sido experta en fotografía. Nunca me interesó mucho. El photowalk era una oportunidad para arrastrar a la Calle a este conocido que tenía y que me enseñara su trabajo. Y así hice. Así aprendí un poco.


Fernando, al igual que nosotres, no es de la Calle. Se crió en Lares. Su experiencia se limitaba a ir al Super Max de la de Diego para hacer la compra de Plaza Uni, ir a algún café, y una estadía a los nueve años en un hotel de Santurce para estar cerca del San Jorge. Tuvieron que operarlo del oído y se quedó allí una semana. Un poco más de una década después, solía pasar por la Calle protegido por el carro. Burbuja del recorrido. Lo primero que hicimos ese día fue precisamente estacionarnos en el Supermax, porque era su punto de referencia primordial.


Emprendimos. Vimos al hotel ese gigante con los mil negocios, la primera gasolinera, el Libros Libres de la esquina, los miles de carros. Y yo hice lo único que sabía hacer: caminar hacia la Goyco.


Hablando en retrospectiva sobre el photowalk, Fernando me dijo que desde el primer momento que entró en la Goyco sintió lo “art–driven” de la misma. Se sintió en el color azul intenso de las paredes, la intriga del “qué habrá detrás de cada una de las puertas” y las insinuaciones musicales que flotaban en el aire. Estuvimos un rato tomando fotos de la Goyco, cuando una de esas insinuaciones nos atrajo al ala este. Había una clase de güiro, como todas las tardes había una clase de algo. Ya a mí se me hacía común.


Normalmente, si hubiera estado sola, no hubiera tenido el valor de preguntar para entrar al salón. Eso solo lo había hecho con Joanne presente. Pero esta vez, supongo que con la ilusión de tomar más retratos, Fernando fue de frente a preguntar.


En unos segundos, ya estábamos dentro del salón, parados awkwardly en la entrada; pero ese sentido de extrañeza rápidamente disipó. El maestro no era nadie menos que Cándido Reyes. Y a pesar de que la clase era de nivel avanzado, de estar como nueves meses ensayando ya, nos incorporó al grupo. Tuvimos una tarde de brazos que empezaban a doler por los movimientos rápidos a los que nos dirigía la música. Una tarde en la que Cándido me dijo treinta veces: “No me mires a mí, mira mis manos”. De yo intentar seguirle el ritmo y bailar unos pasitos mientras tocaba. Fue una tarde donde el respeto que el grupo sentía por el maestro era palpable. Parecía como si el güiro fuera un instrumento (no pun intended) de unidad para el grupo; un “secretito”, lo llamó Fernando. Un “secreto” que tenían ganas de compartir con nosotres y el resto inmenso de la comunidad. La clase terminó con Cándido anunciando, en otras palabras, “yo los amo a ustedes, no se olviden de eso”.


Luego de la clase de güiro, Fernando y yo concluimos la noche tomándonos un boba tea en la tienda de mi profesora en Río, encontrándonos con un amigo en común, y charlando sobre la experiencia de esa noche. Recuerdo que cuando salimos de la clase de güiro, él salió con un aire de complacencia. No paraba de hablar de la clase. Fue aquí donde seriamente consideré que podía ser el fotógrafo del proyecto.


La labor que realizamos con el podcast, con la Goyco, con el blog—todo tiene como base nuestras relaciones interpersonales. El proyecto no fluiría si este no fuera el caso. Es interesante pensar en cómo me relacioné con Pat en un principio. Primero lo conocí como mi compañere de investigación que como mi amigue. Pero poco a poco, nos fuimos soltando y agradezco mucho ahora que es alguien con quien me relaciono semanalmente. Con Fernando fue diferente, porque era un conocido, “el novio de mi amiga”. Y mientras se incorporó al proyecto, fue que llegué a conocerlo más a fondo. Lo que intento decir es que, no importa cómo haya conocido a los integrantes del equipo, poco a poco se hicieron mis amistades, poco a poco se enamoraron del proyecto igual que yo. Si no hubiera visto estos afectos en la cara de Fernando respecto a la Goyco, no lo hubiera invitado a trabajar con nosotres.


Esto me llevó a pensar también en qué trae cada uno a lo que hacemos. Pat es excelente en narrativas, en palabras—admito que mejor que yo. A mí siempre me ha encantado la literatura, pero me encanta la manera en que Pat describe las cosas, la manera en que le da orden mediante el texto. Yo, por el momento, siento que me enfoco más en el aspecto sonoro. Tuve la dicha de conocer sobre edición de audio hace como dos años, por lo que desde el principio me percaté de la musicalidad de Santurce. Puedo ayudar con el aspecto técnico también. Fernando es el ojo fotográfico. Creo que tiene una mirada muy visual a todo, no solo por las fotos sino por su desempeño en las artes plásticas. Yo no tengo nada de ese ojo fotográfico. Aunque sé que Pat sí, y mucho, pienso que tener a Fernando para que se encargue del aspecto visual del proyecto nos da más libertad a Pat y a mí para enfocarnos en la narrativa. Y en resumidas cuentas, terminamos con un holy trinity: la narrativa, lo auditivo, lo visual.


El photowalk fue donde pude contemplar el holy trinity, a pesar de no hacerlo realidad hasta dos meses después. Fernando me habló ayer sobre su experiencia en la Calle hasta ahora: “cuando estás en el carro, estás desconectado. Lo ves todo como una película. Cuando andas por la Calle, estás en la película”. Todo se desacelera, así que se convierte en una experiencia visual completamente diferente. Nada se distingue en el carro, como los cinco tipos de negocios diferentes o las siete gasolineras de corrido. No se distingue lo único de cada establecimiento. Al caminar, sí. Y me alegra compartir esta “película” con mis compañeres—poder leer las entradas de Pat o los mensajes de reassurance de Joanne. Todo muy chulo, todo bien nice. Me gustar ser parte de esa película.



25 de enero del 2023. Fotos 1, 2 y 4 por Fernando Marini. Foto 3 por mí (Val), mostrando a Fernando en su proceso.

 
 
 

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