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Los futuros de la comparación: el texto auditivo

Writer's picture: Valeria S. Acevedo ArgüellesValeria S. Acevedo Argüelles

Updated: Dec 23, 2024



“Para ser significativa, la eficacia literaria sólo puede surgir del riguroso intercambio entre acción y escritura; ha de plasmar [...] las modestas formas que se corresponden mejor con su influencia en el seno de las comunidades activas que el pretencioso gesto universal del libro.”

Walter Benjamin, “Gasolinera”, Dirección única


Lo he repensando absolutamente todo luego de leer por primera vez a Benjamin.

El jueves pasado el profesor Joel Morales nos invitó a brindar un foro sobre nuestro trabajo a estudiantes subgraduados de la facultad de Literatura Comparada, facultad a la que pertenecemos Pat y yo. Titulamos el foro Textualidades del medio digital, parte de una serie que ya lleva organizando el profesor desde hace un año, Futuros de la comparación.

Entre mensajes de Whatsapp y llamadas amenas de Google Meets, unas compañeras, Pat y yo fuimos diseñando el foro, desenvolviendo el entendimiento de los proyectos desde una perspectiva comparatista. Las compañeras, Najelis Sambolín y Frances XXX, ahora mismo están en proceso de diseñar una página web para el centro comunitario COSSAO; nosotres, ya tenemos el repositorio sonoro de Cangrejos diseñado. Falta seguir añadiéndole historias.


El explicar el propósito de nuestros proyectos desde la mirada de Benjamin, como escogimos hacer, dio a una conversación general sobre el rol de las humanidades digitales y la literatura comparada en la era digital. ¿Acaso son textos que apoyen el entumecimiento de la experiencia, como suelen hacer las redes sociales, el verdadero futuro de la comparación? ¿Es la intensificación de la experiencia con la mayor brevedad posible realmente la forma ideal para nuestro momento? Si es este el caso: ¿cómo hemos de acercarnos a los “mamotretos” de los que tanto se burla Benjamin en Dirección única? En una de las miniaturas, “Material didáctico” (23), Benjamin tiene toda una sección titulada “Principios del mamotreto o el arte de fabricar libros gruesos”, en donde se burla abiertamente de las convenciones académicas que priorizan la extensión de un texto aún cuando mitad de sus palabras son completamente innecesarias. Para Benjamin, la interrupción que tanto caracteriza a la vida moderna se opone radicalmente a la extensión pretenciosa de tales mamotretos. A pesar de que redactó este texto casi hace un siglo atrás, el contexto interrumpido al que hace alusión en la obra es más prevalente que nunca.

La era digital requiere un cambio radical en la forma en que los escritores construyen los textos literarios, ya que partimos de la premisa de que el lector consume los textos de manera distinta a como solía hacerlo hace dos siglos. El problema es descubrir la manera apta de construir este texto moderno, el cómo—esa es la cuestión. Por ejemplo, en el contexto caribeño, la historia oral siempre ha sido el medio principal por el cual se transmiten textos, el llamado orature que es palpable en los textos de Kamau Brathwaite, especialmente dado que la documentación y la archivística conllevan desafíos increíbles en el Caribe. Aunque esta falta de documentación es algo que los humanistas digitales caribeños han ido trabajando en las últimas décadas, como Pat y yo, la historia oral sigue siendo el medio primordial. Honestamente, I wouldn't want it any other way. Es algo que distingue a la tradición literaria del Caribe y no hay necesidad de occidentalizarlo con una ansiedad incesante de preservación la cual, en mi opinión, nace de un miedo profundo de los europeos a la mortalidad humana.


Creo que en el desarrollo de Las caras lindas de Santurce, Pat y yo entendimos todas estas premisas intuitivamente. ¿Cómo crear un texto que responda a las necesidades de la era digital, a su incesante interrupción, sin simultáneamente apelar al modelo capitalista de las lagartijas de Silicon Valley que tanto pretenden entumecer la experiencia humana y el pensamiento crítico? Primero que nada, el proyecto nace de la comunidad cangrejera, a petición directa de la Goyco. No fueron pretensiones nuestras de investigadores intrusos que quisieron extraer información suficiente para formular una tesina que les asegurara la admisión a NYU. Fue un proceso de reflexión constante, facilitado por la bitácora en donde precisamente me encuentro redactando estas palabras. Nunca hemos renunciado al close reading o al análisis crítico, sino que el proyecto nace en sí mismo de una perspectiva abiertamente crítica a las violencias coloniales que se atreven a desplazar comunidades y deshilar estas historias. Añoramos que cada oyente se muestre atento a cada uno de los relatos de los entrevistados, que se pierda en el mundo que relatan, en cada espacio.


El texto oral, en mi experiencia, tiene la increíble ventaja de poder digerirse mientras la vista y las manos están realizando una labor independiente. Es decir, las circunstancias que permiten leer un texto convencional, no oral, son más limitadas que la de un texto oral. La materialidad del libro exige unos ojos atentos, unas manos que pasen las páginas, una silla o una butaca o una cama o un asiento de transporte colectivo, algo donde apoyar el cuerpo mientras se digiere el libro. El texto sonoro no posee estas exigencias, de manera que un oyente puede digerir el texto mientras guía, mientras se hace algo de cenar luego de un día en el trabajo inmensamente extenso, en su hora de almuerzo o mientras camina y camina y camina luego de estar todo el día sentado. La realidad es que, aunque parezca una invención moderna, el texto oral ha estado en la historia humana por más tiempo que cualquier otro medio textual. Por esto, considero ilógicas las quejas de algunos académicos que ven al texto oral como un arte inferior al texto de los códices, y critican la supuesta pérdida que mi generación experimenta al no exigir la materialidad del libro. Definitivamente, ¿quiénes son los escasos individuos que disponen de suficiente tiempo y serenidad en su rutina diaria para sumergirse en un libro convencional, considerando las exigencias materiales que implica? La respuesta es clara: son los propios académicos. No necesariamente porque enfrenten menos estrés, sino porque es parte integral de su trabajo. A medida que la desigualdad entre las clases se incrementa de manera exponencial, el tiempo disponible para que el ciudadano común se sumerja en la lectura con las mismas exigencias que afronta el académico, quien es remunerado por esta labor, disminuye.


Como estudiante subgraduada, yo soy parte de este grupo de académicos a quienes tanto ostento mi desdén. Parece una gran ironía; sim embargo, no lo es. Si me pongo a pensar en los libros que he leído más allá de los requeridos para mis cursos, puedo contarlos con los dedos. Incluso como estudiante de literatura, la carga académica usualmente no me permite explorar textos más allá de los que se me exigen en el salón de clases. Por ende, creo que apelo a la experiencia colectiva cuando afirmo que la carga académica o laboral que llevamos como una quimera no nos permite interactuar plenamente con el libro convencional.


Ahora mismo realizo una investigación sobre dos obras de Manuel Zeno Gandía, naturalista que amaba los mamotretos que tanto criticó Benjamin. Benjamin publicó Dirección única unos meros tres años después de la última novela de Zeno Gandía, Redentores (1925), la cual en su edición más reciente de la Editorial UPR tiene alrededor de 500 a 600 páginas. A pesar de su contemporaneidad, en su forma, no pueden ser textos más distintos. Mi rol como investigadora, que sí tiene como una de sus labores diarias digerir este mamotreto, debe ser el actualizar su lectura desde las relevancias de mi tiempo. ¿Cómo comunicarle la importancia de este libro al lector promedio de mi generación, a quien probablemente no le interese en lo absoluto leer Redentores? Sin duda, las consideraciones que he desarrollado en este escrito, las cuales fueron permisibles por la invitación del profesor Morales a brindar el foro, guiarán mi proceso de investigación de ahora en adelante.


Mientras más pasan los meses, más me doy cuenta de la oportunidad increíble que nos brindó la Goyco en poder realizar Las caras lindas de Santurce. No intento desacreditar el valor que han tenido las convenciones que tanto critico en múltiples instancias de mi carrera académica. Al fin y al cabo, siempre seré fan de los libros, los llamados “mamotretos”. No intento desacreditar su importancia o el increíble impacto que han tenido en mí; sí intento destacar la relevancia que poseen las condiciones materiales en el nivel de lectura de la población general, más allá de los niveles de analfabetismo. Entender las circunstancias que privan a una madre soltera de tres niños de leer más libros es imprescindible si mi labor es destinada a las comunidades puertorriqueñas, a un público más allá de la academia IUPIense. No finjo entender a detalle las circunstancias de vida de esta madre. No estoy en su posición. Sin embargo, si mi trabajo no la considera a ella ni a su materialidad en lo más mínimo—¿de qué a valido todo mi esfuerzo? What am I working towards? Who do I speak to?

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Crédito de imagen: @uprcaribedigital en Instagram.

Doodle: “¿the future?”


Benjamin, Walter. “Dirección Única.” Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (CNICE), mimosa.pntic.mec.es/~sferna18/benjamin/Direccion_unica-WalterBenjamin.pdf. Accessed 22 Nov. 2023.




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