Lester Nurse y San Mateo de Cangrejo
- Pat Santalices Torres
- May 13, 2023
- 4 min read
Updated: Nov 22, 2023

Por: Pat Santalices Torres
Lo logramos. Mientras anoto esta entrada, veo cómo las semillas que sembramos hace diez meses atrás comienzan a convertirse en amapolas preciosas que colorean nuestros días. Demás está decir que aún no puedo creer la calidez con la cual han abrazado nuestro proyecto, la fidelidad con la cual leen estas entradas y con la emoción con la cual esperan los episodios de esta primera temporada del podcast. Por esto, y todas las razones posibles, les digo a ustedes quienes nos leen de manera fiel… ¡Gracias!
En el día de ayer, el tercer episodio de la primera temporada de Las Caras Lindas de Santurce fue lanzado para ser escuchado por la comunidad. En este, tenemos la dicha de entrevistar a Lester Nurse, un historiador e investigador cangrejero que nos abrió las puertas de su hogar un viernes cualquiera para conversar sobre diversos temas. En honor a este lanzamiento, les comparto aquí mi experiencia tanto participando de esta entrevista, como editándola por mi cuenta.
El calor boricua se siente los doce meses del año, ya lo hemos aceptado. Por donde quiera que se recorra, en cualquier punto de la Isla, siempre se escuchará a alguien quejándose del calor mientras otro abre una lata de refresco para aliviar con dulzura la sed. Esta misma fue la experiencia aquel viernes tres de febrero, día en que decidimos realizar la entrevista al queridísimo Nurse. En el Taller Comunidad La Goyco nos encontrábamos, preparándonos para salir en dirección a la casa de nuestro entrevistado. Yo, como de usual, vistiendo ropa oscura y pantalones largos, me entregué a las quejas del sol tan pronto salimos a la caminata, sacando de mi bolsillo una servilleta estrujada que ahora se convertiría en pañuelo de sudor.
Mas no puedo negar que las palabras de Joanne me hicieron olvidar el calor. Mientras caminábamos por la Calle Jeferson, ella nos explicaba del icónico restaurante Casa Laurel y la famosísima Farmacia Americana, al igual que ubicándonos en el contexto extraño donde la mayoría de los establecimientos que ella conoció de niña ya habían desaparecido. Cruzando con atrevimiento una calle carcomida por la sobrecarga de vehículos, escuchábamos también el nuevo ambiente sonoro que habitaba la famosa Calle Loíza. Bocinas, motores, construcciones, gritos, risas… de todo un poco, de todo menos silencio. Todo en un abrir y cerrar de ojos.
Tan pronto llegamos a la casa de Lester, una llamada telefónica para avisarle no lucía suficiente. En vez, lanzamos un grito caluroso que se mezcló con la brisa primaveral hasta abrazar a Lester… “Voy!” Nos gritó desde el balcón mientras Val y yo reíamos, pues en esta era digitalizada, este tipo de llamados nos lucía gracioso. Gracioso, pero hermoso, cabe destacar. Aquí ya conseguí mi primera conexión a Lester, lo análogo. No quiero excusarme, yo también peco de deslizar mi dedo sin cesar por Instagram y también disfruto hacer videoclips en Tiktok, pero siempre hay algo en mí que quisiera algo distinto. Algo que me impulsa a enamorarme de lo análogo con una facilidad sinigual. Como si tocar tres veces la puerta de mi vecino para pedirle un favor fuese más placentero que lanzarle un mensaje por Whatsapp. Tal vez eso sea una tontería, les doy la libertad de asumirlo como deseen.
“Tranquilas, si aquí no hay cámaras” dijo Lester al presentir nuestro nerviosismo tan pronto nos sentamos en su mueble colorido. Y claro que andábamos con los pelos de punta; era nuestra segunda entrevista, y para embellecer el asunto, estábamos en su espacio, su hogar, su lugar. Cuando comenzamos a hablar, la conversación asumió su libertad y se liberó de todo el estrés que cargábamos en la espalda. La entrevista abandonó su carácter académico; ahora, nos encontrábamos con los relatos de un repertorio de vivencias que brillan por sí solas. En este momento, materialicé mi segunda conexión con Lester. Me gusta asumir la vida como si fuese una interminable conversación con un amigo cercano, una charla constante entre seres que coinciden sin cesar y se atreven a explorar los ojos del más allá. Sea quien sea, me gusta sentirme en casa cuando tengo la dicha de conversar con alguien más. Lester me hizo sentir en casa. Sin micrófonos, sin libreto, sin guía, sin reloj.
Al finalizar, un Lester emocionado nos mostró fotos que coleccionaba de los tiempos cangrejeros previos al desplazamiento y la gentrificación. Aunque no lo admita en la palabra, Lester es un documentador de vidas. Aquí establecí mi tercera conexión con él. Vivir la vida maravillade por cada sencillez que cruza mi camino es una actitud que me ha mantenido aflote, incluso cuando olvido cómo respirar. Por eso me gusta escuchar, por eso me gusta retratar, por eso me gusta leer… porque me permite maravillarme con el mundo. Lester es así. Colecciona fotos del pasado de la ciudad, colecciona máscaras de diversos orígenes, colecciona libros de múltiples temas, colecciona discos con canciones que ya se olvidan. Como si cada pequeño detalle le asombrara de tal manera que necesita sostenerlo por más tiempo. Así me siento yo, y así me quiero sentir por siempre.
Un mes después, sentade en mi escritorio junto al café mañanero, me dispuse a editar esta entrevista. No puedo negar lo complicado que fue. Editar es un proceso terriblemente complicado porque debes cortar tanto contenido, tantas palabras e historias que quieres que todo el mundo escuche, pero saber que no es posible. Aún así me dediqué a preservar lo más importante para propósitos de esta investigación en historia oral. Entre las partes más importantes, en lo personal, siento que el empuje que Lester nos dio para continuar nuestra labor contra viento y marea fue muy significante. A pesar de nuestra brecha generacional, nuestra inexperiencia en estos procesos en contraste a su magisterio cangrejero, Lester nos iluminó al impulsarnos a continuar nuestra labor como humanistas digitales. Y por eso editar esta entrevista fue, sin miedo al exceso, de los momentos más significantes de este proyecto. Si no lo han hecho, vayan a escucharla y vean cómo una historia se teje sola.
Nuevamente, gracias por escuchar (y leer, por supuesto). Hasta la próxima.
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