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La pérdida de un espacio: 李洁的奶茶店

  • Writer: Valeria S. Acevedo Argüelles
    Valeria S. Acevedo Argüelles
  • Apr 16, 2023
  • 5 min read

Updated: Nov 22, 2023

作者:关芳勇


En agosto del año pasado empecé a aprender mandarín. 我去年八月开始学习汉语。


He tenido personas que me han hecho la habitual pregunta del porqué. La realidad es que no tuve una razón exacta. Sabía que necesitaba doce créditos de lenguas por mi concentración y que quería escoger solamente una. Aunque tenía la opción de escoger dos lenguas distintas, me dije a mí misma que enfocarme en una conduciría a dominarla lo más posible. Y escogí esa. Si fuera a tildarle una posible causa a mi decisión, diría que I bingewatched la serie de Elizabeth Holmes, The Dropout, ese verano como en menos de dos días. Vi que ella habló mandarín como en dos escenas y me dije a mí misma: I could do that. Y lo hice. El problema con esa explicación es que corre el riesgo de hacerme ver como una psicópata por seguirle los pasos a cualquier cosa que haría Elizabeth Holmes.


Obviando la cuestión del porqué, el punto es que lo hice. En agosto conocí a mis profesoras y a mis compañeres. La primera semana, me percaté de un muchacho que se sentaba al lado mío en el laboratorio de lenguas y luego de tal vez un mes, nos hicimos amigos cercanos hasta el día de hoy—Cristian. Teníamos un grupo de amistades de la clase de chino que poco a poco se fue disolviendo. El mismo día que nos hablamos por primera vez, me preguntó si quería ir al boba shop de la Avenida e invitar a otro compañero de nosotres. El boba shop vivía en mi mente en tan solo unas cuantas miradas curiosas. Nunca había ido. Me dijo que la dueña era nuestra profesora de laboratorio, Li Jie.


Recuerdo que me sorprendió que mi profesora tuviera esa tienda. No era tanto sorpresa como era curiosidad. En la mente del estudiante (o al menos en la mía), el profesor vive en el salón, no siendo realmente accesible en otras circunstancias. Esa misma tarde, fuimos 江克天 (Jiāng Kètiān, Cristian) y 郭名楷 (Guō Míngkǎi, Michael) a la tienda. Ellos existían para mí solo por su nombre en chino, nombre asignado por las profesoras la primera semana de clases. Yo creo que ni me sabía su nombre en español hasta esa tarde.


De ahí en adelante entre amistades empezamos a ir a la tienda habitualmente. Y eventualmente, empecé a ir sola. Mi profesora pasó de ser professor y 李洁老师 (Teacher Li Jie) a tan solo Li Jie. Le presenté a mi novio, le presenté a otras amistades. Empezamos a hablar y hablar. Practicaba con ella cosas simples en chino—cómo ordenar el mantecado, cómo decir lo precios, cosas así—pero muchas veces solo me sentaba en una esquinita a leer o estudiar. A veces no pedía nada. No le molestó nunca y nos poniamos a hablar entre breaks. Me daba cosas de tomar gratis cuando le sobraban de una orden. También fui conociendo a la muchacha que ayudaba a Li Jie por las tardes, Deyaneira, y nos poniamos a hablar entre las tres. Poco a poco, se me hizo un safe space aunque no me diera cuenta.


Hubo un día que me fue horrible. Horrible. Creo que no salí de mi cama en todo el día, llorando y llorando. Durmiendo. Cuando pude hacer algo por mí misma, entendí que tenía que salir del cuarto frío, frío como invierno que me encapsulaba como tumba. El problema es que ya eran como las siete y media de la noche.


¿Qué hace una persona femme cuando quiere salir sola de noche por Río Piedras? No lo hace. Sin embargo, me puse una camisa manga larga y un pantalón mahón. Me lavé la cara. Partí.


Tan pronto llegué y pedí, Li Jie me preguntó:


–Are you okay?


Mis ojos estaban hinchados como el pan cuando se fermenta antes de hornearlo. Pero normal, uno no quiere que la cosa sea tan awkward y uno miente y dice que sí. Recuerdo que mientras me comía el mantecado pensé que le hubiera dicho que tenía alergia o algo por el estilo. El punto de la historia no mi estado, sino su preocupación. No tocamos más el tema. Y por el resto de mi tiempo allí, en ese periodo cuando la tienda está vacía entre clientes que van y vienen, charlamos un rato. Creo que de ahí en adelante entendí en mi subconsciente lo del safe space, aunque no pudiera agarrarlo con la mano en ese momento.


El mes pasado fui con John a comer mantecado. La primera vez que lo llevé a donde mi profesora, repetí en mi cabeza: “这是我男朋友,这是我男朋友” (Este es mi novio, este es mi novio). Quería presentarlo apropiadamente. De ahí en adelante, John siempre trata de decirle a Li Jie “你好吗?” (¿Cómo estás?) o “再见” (Adiós), cosas así. Es gracioso porque a veces de la nada decimos entre nosotres “不知道!” (Bù zhīdào, no sé) cuando no sabemos algo en vez de decirlo en español. Es el tipo de frases que se pegan a la lengua y luego no se deshacen. Anyways. Esa vez del mes pasado, cuando fuimos, Li Jie estaba molesta y me habló del asunto. Por ese mismo asunto y otras complejidades, unas semanas después, decidió vender la tienda.


Me sentí aliviada en que encontrara un comprador tan pronto, ya que la libraba de muchos estresores que nadie se merece. Sin embargo, y no quiero especular, sé que fue un sentimiento agridulce para ella que yo sentí yo también, porque sentía como un espacio que había sido tan personal, que me acogió tan pronto me mudé a Río Piedras, ahora iba a estar en manos de otra gente. En otras palabras, fue mi primera experiencia del cambio de un espacio cercano a mí en la urbe puertorriqueña.


Ya yo llevaba casi todo un año escolar bregando con Las caras lindas de Santurce cuando ocurrió esto. De hecho, ahora escribiendo estas palabras, me encuentro en la recta final del proyecto. Las entrevistas, la investigación, el sumergirme en historias de cambios poblacionales y espaciales—todo esto moldeo una percepción completamente diferente sobre la tienda de Li Jie a cómo hubiera reaccionado si nunca estuviera trabajando en este proyecto.


Uno ahora toma estas cosas más a pecho. Tal vez, sin el bagaje del proyecto, hubiera tomado por sentado las memorias y los afectos atados a este lugar. Y no lo digo tanto por mí, aunque lo sentí también, sino por los años que Li Jie le dedicó al lugar. ¿Cómo darlos por sentado?


Mi última noche en Río Piedras antes de que Li Jie le diera las llaves al nuevo dueño, llevé a mi mamá a la tienda. Le expliqué lo que era un milk tea, un boba, un ice cream roll. La tienda tenía frappés también, por si quería uno. Y me dijo, “No, quiero un mantecado”.


Igual que con John, practiqué en mi mente el “这是我妈妈” (Esta es mi madre). Entramos a la tienda. Pedimos, hablamos y hablamos, se conocieron. Mi mamá con su inglés medio oxidado contestaba. Y al final, Li Jie le dijo a mi madre: “Thank you for having such a wonderful daughter to be my student”.


Con ese tipo de memorias me quedé. Ahora, miro al llavero que me regaló Li Jie de un boba tea rosita y una sonrisita se me escapa de los labios.



30 de marzo del 2022. Mi último mantecado: base de matcha mezclada con kiwi; toppings son coco y pocky de fresa. Mi orden usual solía ser base de chocolate mezclado con fresa, con coco y pocky de topping. Quería probar algo nuevo ese día.


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